miércoles, 16 de febrero de 2011

Semillas germinaciones y raíces inteligentes


Ante el loable intento público de mejorar la educación mediante la definición de aquello que el estudiante debe saber y saber hacer en las distintas etapas del proceso de escolarización, la especificación del tipo de desempeño aceptable como evidencia de logro de los aprendizajes anhelados, la evaluación de la calidad del proceso en función de estándares curriculares adoptados y, la dotación a las escuelas de las capacidades necesarias para alcanzar el cumplimiento de dichos aprendizajes, tres planteles difunden en la prensa: “nuestro proyecto procura desarrollar en cada uno de los alumnos habilidades, capacidades y destrezas relacionadas con sus aprendizajes, de acuerdo a sus propias posibilidades; busca estimular la participación en actividades que aportan a la comuna y la región; convoca a las familias a jugar un rol clave ya que se asume que el establecimiento está al servicio de ellas en su misión educativa; y, desea fomentar las imprescindibles actividades sociales ya que el colegio tiene un fuerte espíritu social”. Y, la pregunta que cabe formular es si existe una efectiva voluntad de mejorar la calidad de la educación en nuestro país.

Actualmente, muchísimos profesionales de la educación y numerosas familias ven la educación como el proceso multidireccional mediante el cual se transmiten formas de actuar, conocimientos, costumbres, valores, saben que ella, del latín educere "guiar, conducir" o educare "formar, instruir", está presente en nuestras acciones, sentimientos, palabras, actitudes y, con la participación de maestros comprometidos, competentes y generosos, desean una solución estructural, en vez de recriminaciones inconducentes, a fin que el proceso germine la audacia de viajar llevando consigo el saber y volver de saber cargado.

Toda solución estructural toma tiempo y recursos, no son soluciones rápidas, cómodas ni vistosas. Las naciones pueden implementar positivas medidas parciales como respuesta al requerimiento educacional pero, que eso no las desvíe del camino ya iniciado y probado de las buenas soluciones estructurales en donde “la mansedumbre es un elemento esencial de la educación, el maestro prefiere ofrecer a imponer, prefiere persuadir a exigir, prefiere la conversión a la condenación, prefiere conquistarnos a amenazarnos, prefiere despertar el amor a despertar el temor, una magnificencia personal que mueve al discípulo a una respuesta interior (mentalidad) y una respuesta exterior (conducta) que toca siempre lo más profundo del alma” Una palabra más, y sobraría una palabra.

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