miércoles, 16 de febrero de 2011

Para meditar y comentar En agosto del 2009 Alejandro Tapia escribió algo como lo siguiente


En muchos casos definimos a las personas desde la carencia, desde lo que les falta, desde lo que no tienen. Así por ejemplo, decimos personas discapacitadas cuando en realidad (la más de las veces) es sólo un aspecto de sus habilidades promedio el que se encuentra disminuido, es decir, lo que hacemos es definir en base a ese aspecto a la totalidad de la persona. Esto es muy complejo, porque el lenguaje permite representarnos el mundo que nos rodea intentando reducir la incertidumbre, pero también actúa como generador de realidades, es decir, no sólo nombra lo que vemos y sentimos, sino que además, lo cualifica y lo valora, creando nuevas relaciones, creencias, compromisos y situaciones.

Esta condición del lenguaje permite muchas cosas maravillosas, como la literatura, la poesía, la coordinación para la acción, el consenso, el diálogo.

Pero también, a veces, nos juega en contra. En el caso de los niños y las niñas, lamentablemente las palabras reflejan como los concebimos, por ejemplo, la palabra infancia significa etimológicamente sin voz.

Cuando designamos a un niño como menor lo que estamos diciendo, según la Real Academia Española, es que es inferior a otra cosa en cantidad, intensidad o calidad, que es menos importante con relación a algo del mismo género. Sigamos, alumno significa sin iluminación; adolescente, que adolecen o que les falta algo para llegar a ser.

Esto es un tanto complejo porque los niños deben, desde que nacen, rendir pruebas, incluso mucho antes de llegar, siquiera, al colegio.

Por ello nuestra relación con estos “locos bajitos, está fundamentalmente encaminada a incorporarlos a una sociedad con normas, ritos y costumbres ya establecidas: deben respetar a sus mayores, obedecer las reglas sin cuestionarlas, acatar órdenes.

Pero, los niños, con sus juegos y su visión ingenua de la vida, nos proponen una ruptura temporal y espacial de esa realidad, nos proponen una explosión de sabiduría, de incoherencias, de yerros y aprendizajes.

Es en este nodo, en esta inflexión, que La Covacha propone hacer algo así como una alianza estratégica al decir de los ingenieros comerciales. Una alianza, no para decirles a los niños y las niñas que hay que adaptarse mansamente a la sociedad que los adultos les estamos dejando, tampoco, para desconocer miles de años de historia de la humanidad y los muchos progresos que hemos alcanzado. Más bien, una alianza para construir juntos, para dialogar, para soñar juntos.

Nosotros estamos buscando aliados en esta tarea porque estamos convencidos que hoy no hay futuro posible sin los niños y, como el presente es lo único que tenemos, es imperativo juntar fuerzas.

La verdad es que miramos con mucha alegría el trabajo conjunto que estamos desarrollando con  la Red de Infancia y Familia del Litoral, el Colegio El Alba, Junta de Vecinos de Villa Los Claveles en Algarrobo, Junta de Vecinos de Villa Nueva en el Quisco y Red de Organismos no Gubernamentales a nivel regional y nacional.

Estos son nuestros socios y esperamos seguir en esta aventura de crear alternativas para la participación y el desarrollo de los niños y las niñas. En una de esas colaboraciones a que la voz de la infancia sea escuchada, a que los niños ya no sean menores, a que los que van a la escuela entren iluminados y, que los niños que ya cumplieron los doce años no adolezcan de nada. En una de esas somos todos iguales en dignidad y derechos.

¿Cuál es su punto de vista sobre lo dicho en este artículo? Escríbanos y publicaremos su opinión. 

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