lunes, 13 de diciembre de 2010

De la Historia de Chile: Teatro Minas del Carbón

Escalofriante era la vida del hombre del carbón; la bajada a la mina por uno de sus piques era enfrentarse a la muerte diariamente a causa de derrumbes, inundaciones repentinas, explosiones de gas grisú, los sistemas de seguridad y ventilación eran muy rudimentarios o simplemente no existían y, en la superficie la situación de la familia minera era castigada por el hambre, el frío, la tuberculosis, la silicosis, el alcoholismo y, el yugo de la pulpería.

A partir de los años 60 se multiplicaron las experiencias de teatro popular, grupos de obreros, campesinos, estudiantes y pobladores, subieron a los escenarios para representar su propia vida y su historia; muchas de estas realizaciones carecieron de una suficiente difusión o quedaron olvidadas en medio de las urgencias de ese tiempo: recopilar, reconstruir y sistematizar el trabajo de un pueblo que se acercó al teatro y se sirvió de él para entretenerse, educarse y reforzar lo mejor de su espíritu, será un desafío para los jóvenes de hoy.

En esos años, dos ex mineros fundan el grupo de Arte Escénico Teatro Minas del Carbón preparando obras sin más dirección y sentido que los de una comedia de enredos hasta que sucedió algo insólito e increíble, el director del Teatro de la Universidad de Concepción comunica su deseo de trabajar con ellos y compartir su morada; vive con ellos y baja al laboreo, al frente de trabajo donde se extrae carbón y se deja escapar la vida.

Costumbres y conversaciones no resultaron extrañas para Heine Mix, conocía el medio obrero y sabía muy bien lo que debía obtener allí y de que modo, el segundo piso del casino de obreros fue testigo de ensayos y trabajos, gimnasia, expresión corporal, técnicas lúdicas, improvisaciones físicas y actorales.

Sin embargo, el grupo era pequeño y deseaba mantener el número de integrantes hasta cuando Heine dijo que se marchaba porque no estaba dispuesto a perder el tiempo con gente no representativa de los mineros ni enseñar todo lo que podía a cinco privilegiados y, su decisión y actitud obligó al grupo a salir en ese mismo instante a las calles en busca de interesados.

A la media hora, Heine tenía frente a él unos 18 muchachos desastrados, despeinados, sucios, cohibidos y sorprendidos que le miraban con una mezcla de curiosidad y malicia; conversó con ellos algunos asuntos teóricos y luego los puso a jugar; al terminar, en vez de retirarse, el grupo se queda mirando en silencio sin aventurar marcharse hasta escuchar, mañana a la misma hora… en el curso de una semana, Heine llegó a tener 32 nuevos integrantes más los 5 ya conocidos y, pronto los muchachos se desprendieron de su abulia y su temor a lo desconocido para integrarse de lleno al juego teatral

Tomando hechos y momentos significativos de los relatos de Baldomero Lillo, se preparó una representación de la vida de los mineros a través del tiempo y, mientras Heine preparaba un proyecto de guión se entregó a los integrantes los cuentos de Lillo para su estudio y, más aún, para mejor conocer las tareas mineras, Heine bajó a la mina: recorrió los frentes de trabajo, observó las especialidades de cada minero, las herramientas y sus usos, los materiales personales, la armazón y construcción de los fuertes, las medidas y condiciones de seguridad, escuchó el habitual lenguaje minero, prestó atención a comidas y bebidas, ideas, sentimientos y comportamientos, estrechó manos ennegrecidas, grandes, recias, duras, manos que ignorando el dar la mano se unían torpemente a su diestra extendida.

Después de muchas horas en ese mundo oscuro y silencioso, alumbrado sólo con lamparillas eléctricas de seguridad que revoloteaban en las lejanías de los túneles evocando a las luciérnagas de los bosques de Lebu, una vez finalizado el turno, Heine subió a la superficie cuando ya era noche y, agitado esperó el amanecer, no es fácil descender 500 metros de golpe y porrazo y luego internarse hasta 3 kilómetros por debajo del mar de la costa aguijoneado por una historia de catástrofes y muertes de compañeros, hoy con rostros reconocibles.

A la mañana siguiente, aún sobreexcitado por la lección de vida de la jornada de ayer, con cuanto mayor respeto y cariño trató a sus compañeros de trabajo actoral al valorar el esfuerzo, valentía y sacrificio de una labor dura, recia, significativa, peligrosa; y, movido por ese respeto y cariño mutuo, Heine y el grupo inician  una etapa acelerada, febril y alegre; no descansaron ni domingos ni festivos, había que apurarse, era mucho lo que estaban por decir y el tiempo pasaba mientras miles de hombres, mujeres, niños, jóvenes y viejos, sin saberlo aún, estaban pacientemente esperando que el teatro les contara sus vidas.

Junto a los ensayos, se fueron solucionando las necesidades de escenografía y vestuario que conforman un teatro ahora en manos y corazones de gente alegre interesada en conversar, dialogar y compartir en torno a una obra que demanda refinamiento artístico y necesita largas jornadas iniciadas temprano por la mañana y concluidas junto a la cena de los pobres: café y pan minero.

El esfuerzo da frutos, el grupo se presenta en la localidad minera Schwager, en un festival organizado por una industria papelera, en un homenaje a los trabajadores realizado en el estadio municipal por la Universidad de Concepción y, en otras actuaciones que le llevan a Chuquicamata, Calama, Tocopilla y otros centros nortinos.

Al regresar se presentan en el edificio Gabriel Mistral ante un espectador santiaguino altamente sorprendido y respetuoso del trabajo artístico y teatral logrado por los obreros del carbón.  

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