miércoles, 12 de octubre de 2011

La totalidad de las emociones es la totalidad del ser Psicóloga Cristina Llerena

El ser humano está dotado de distintas emociones, seis para ser más explicita, y ellas existen con un objetivo específico: permiten al ser humano adaptarse, interpretar el mundo externo y protegerse.

El dilema surge con un hecho: solemos clasificar las emociones en buenas y malas, y cuatro de ellas vale decir, la ira, el miedo, la aversión y la tristeza son poco deseables por ello deseamos evitarlas, en cambio, la sorpresa la tratamos de disimular para no mostrarnos poco preparados y, por último, la alegría es la única considerada por la mayoría como la deseable e incluso llega a transformarse en un objetivo a lo largo de nuestra vida.

Lo anterior conduce a una vida fragmentada, aceptando de nosotros sólo aquello que nos agrada o consideramos bueno, aunque en el fondo no sea así, olvidando de este modo que la negación de la emoción no significa que haya desaparecido porque ella sólo está reprimida y escapa en situaciones extremas masificándose a largo plazo. 

A lo que quiero apuntar es a la necesidad de aceptar cada una de nuestras emociones, existen y nos permiten la adaptación, la interpretación del mundo exterior y la prevención de potenciales peligros.


Es vital promover la aceptación de las emociones y, absolutamente esencial, crear espacios para la reconciliación y aceptación de ellas puesto que son transitorias, incontrolables y trasversales a todas las culturas y épocas. 

Por ello es necesario aceptar la experiencia de las seis emociones, ellas son inevitables y tienen dos componentes. El fisiológico, lo que le pasa al cuerpo y no podemos controlar, un aumento del ritmo cardiaco, la sudoración, el temblor de manos, el dolor de guatita. Y, el conductual, nuestra reacción a la emoción experimentada y, que si podemos controlar.

Enseñar a las hijas y los hijos la grandeza de la tolerancia, la importancia de la aceptación, lo valioso de ser felices experimentando alegrías, es algo de común ocurrencia.

Sin embargo, cuando ellos y ellas sienten ira, solemos dar a entender que esa emoción no es buena, que debe evitarse. Y con nosotros hacemos lo mismo, nos culpamos cada vez que experimentamos ira, cuando se experimenta el miedo lo interpretamos como cobardía, y cuando alguien transita por un estado de tristeza le llamamos un desagradecido de la vida.

Cabe destacar que la incorporación de acontecimientos, experiencias y emociones vividas a lo largo de nuestra vida, sean estas agradables o no, forman parte de la realidad y somos una consecuencia de ellas, así, cuanto más honesto seamos con nuestro pasado y podamos procesarlo de la manera más plena posible, más felices seremos puesto que somos el resultado de lo experimentado y no de lo seleccionado, por tanto, la totalidad es indicativo de una persona sana y capaz de mirarse y mirar a los demás como seres plenos, completos y reales.

Seamos honestos, aceptemos los acontecimientos y lo que estos producen en nosotros, solamente así seremos de verdad y no una mera ilusión.

No hay comentarios:

Publicar un comentario