de vientos, cielos, mares, ríos, humedales y quebradas,
campos, playas, nubes, aves, mamíferos, senderos y floresta,
al término de mi fuerte y última jornada,
dame serenidad y oportunidad de vida nueva.
Poesía de la visión y el alma humana,
al confiado niño que con avidez descubre tu presencia
dile sencillamente la belleza, calidez y encanto de la vida.
Poesía de los rostros y la tarea humana,
al afable trovador que en tu búsqueda avanza
por la vida, entrégale tu complaciente inspiración evocativa.
Poesía de las ideas, intuiciones y propuestas,
de albergues, caminos, familias, religiosidades,
ingeniería, arquitectura, educación y arte imperecedero,
aparenta habitarnos en la quietud y,
en nuestra intimidad, déjanos luchar y renacer día a día.
Poesía del atardecer,
de noches y amaneceres,
de sombras, luces y colores:
en el momento del retorno al hogar
¿qué punto del firmamento
será época venidera, descanso o estación
de bienaventurada soledad?
Poesía de la música inunda los corazones
con la pátina bienhechora de la ternura
para sobrellevar dolores y renacer amando.
Poesía de la escultura
reclúyenos en tu silencio, alborozado y pleno,
que nos evoca el llamado de la voz amada.
Poesía de las palabras y el quehacer humano
concede tu esencial inspiración para dar fe
de lo que hemos visto y hermosamente vivido:
en esta comarca, plena de magia y fantasía,
delicadamente, se abre paso la poesía.
Roberto Devereaux
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