domingo, 13 de marzo de 2011

Manjares chilenos y comidas con historia


Captado por la obra de Pablo de Rokha, el autor de estas líneas crea una celebración al disfrute de comidas que eran provistas por pescadores artesanales chilenos:

Embarcarse en un curanto bien servido en Carelmapu,
enfrentar un caldillo de rechupete en Laraquete,
hacerle empeño a un criaturero mariscal en Puertecito,
un causeo reponedor en Corral
o un gloriosos ceviche en Iquique.

Atracarle el bote a un chupe de locos en Osorno,
gozar la vida con empanadas de jibia en Coquimbo,
suspirar por choros asados y camarones
a la orilla de un bracero en Santa Bárbara,
soñar con trucha asada en Concepción,
oler lisa frita y el pejerrey, chorreados de sol en Los Pellines.

Ulte, luche,
cochayuyazos y mariscos oceánicos
traen enteros el mar adentro,
machas, almejas y langostinos
en el litoral central, cerros de Valparaíso y Hamburgo,
locos, ostras y ostiones
en gran restaurante santiaguino, berlinés y romano.

Piure en Quenuir,
jaibas gordotas en una lancha maulina o Helsinki o Beijing,
ostras y ostiones en Miami y Hollywood,
pulpos y calamares en Caleta Buena, Tokio y Tel Aviv,
merluza y sierra en Moscú, Madrid y Aucklan,
corvinas y congrios frente a la mar de Chiloé,
Puerto Montt y Venecia.

Sardinas y cojinova
en mantel ancho y blanco
de Boston y Nueva York,
mero en Lima, Barcelona,
Bombay y Manhattan.

Salmón y picorocos
bañados en limones en la costa de Dichato,
palometa en Arica y Osaka,
albacora en San Antonio.

Lapa arrebozada en Mejillones y El Cairo,
pampanitos y relleno de erizo
en Antofagasta y Quito.

Centollas y atún en Punta Arenas,
langostas en Estambul
y Juan Fernández,
tollo, reineta y jurel en Sydney,
Cartagena, y Angelmó.

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