miércoles, 28 de diciembre de 2011

¿Por que una educación artística de calidad?

En el poblado de Ayora, comunidad de los indígenas Cayambe del Ecuador, un grupo de niños pastores andinos de las sierras del sector, luego de participar en un programa de formación musical para la creación de la Sinfónica Andina Infantil de Ayora, tienen como resultado en el proceso, una notoria disminución de los problemas de pediculosis, desnutrición y sarna en general. Al final del proceso formativo musical, niños y niñas mejoran en su rendimiento escolar, especialmente en los ramos de ciencias y matemáticas. 

En Curanilahue, en la Región del Bío Bío en Chile, otro grupo de escolares pertenecientes a familias mineras de una zona profundamente afectada por la cesantía, producto del cierre de la principal empresa minera del país, se integran a un grupo orquestal organizado por la Fundación Beethoven. Los resultados nuevamente son similares: una mejora en el rendimiento educativo y un resultado relevante, su aspiración a avanzar hacia la formación profesional por medio de la música pese a la crisis económica familiar. 

En Quilpué, en el Liceo Guillermo Gronemeyer y  luego de participar en talleres de arte y cultura organizados por el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes y la municipalidad local, los jóvenes asistentes dan cuenta de capacidades cognitivas y de habilidades sociales y de convivencia escolar notorios. El municipio opta por convertir el establecimiento en una escuela artística especializada e integral, evaluando positivamente el rendimiento educativo de los participantes.

Ninguno de estos resultados son parte del azar, corresponden a la constatación de que estos son posibles gracias a una educación artística de calidad, que supere las metodologías repetitivas de esquemas funcionales por medio de las cuales se “adiestran en la artes” comúnmente en nuestras escuelas y liceos, negando las posibilidades creativas de la experiencia artística. Parte de ello son la formación en artes visuales en que se dibujan objetos enmarcados, cuando no se trata de la consabida clase “tema libre” o de conmemoración de alguna efeméride patriótica nacional. Y en la música, el solfeo y la nula capacidad de lectura musical o de composición creativa son el panorama conocido y lamentable.

Una buena educación en las artes posibilita a los y las escolares desarrollar su pensamiento crítico, estimulando su sensibilidad, su percepción y su imaginación creativa. Les permite desarrollar el conocimiento de la realidad y aprender de ella especialmente si los temas que guían su trabajo de manera exploratoria en los diferentes lenguajes artísticos giran alrededor del ser humano, del conocimiento de sí mismos y de sus relaciones con el mundo. Finalmente, una educación artística fortalecida desarrolla procesos perceptuales de comunicación, de socialización, cognitivos y de indagación en el reconocimiento personal de sus propias capacidades creativas, y en tiempos en que las agresiones entre escolares son el panorama entre los medios de comunicación, las capacidades de expresarse, pensar, sentir y creer por medio de las artes, son competencias cívicas para la tolerancia y la sensibilización ante el pluralismo de ideas y de formas de vida. Un grupo de escolares ensayando durante largos períodos una obra teatral escrita y acordadas por ellos mismos, son el mejor ejemplo de esas capacidades que les prepara para la vida cívica en convivencia y tolerancia ante la diversidad y los cambios.

Estas son parte de las conclusiones generales de la “Hoja de Ruta de la Educación Artística” de UNESCO y de las Metas Educativas 2021 de la Organización de Estados Iberoamericanos para la Ciencia, la Educación y la Cultura.

Queda para la reflexión al final de este breve artículo una mirada a la formación artística de nuestras escuelas, liceos y comunidades, con la pregunta de si estamos generando similares oportunidades formativas para nuestro(a)s niño(a)s y jóvenes en igualdad de oportunidades, dotándoles de la libertad de aproximarse por medio de las artes a una vida de mayor calidad, felicidad y de competencias para la vida en democracia.

Marco Llerena R., Licenciado en Teoría e Historia del Arte, Consultor en Educación Artística y Gestión de Políticas y Programas Culturales

Valparaíso, mayo 2011

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