miércoles, 28 de diciembre de 2011

De la Historia de Chile

Gracias a esta impresionante tecnología de los celulares y después de caminar por entre una multitud de estudiantes y trabajadores logramos con mucha dificultad encontrarnos con mi amiga Lucy en la salida del metro Baquedano.

Nos habíamos puesto de acuerdo para ir a una de las tantas marchas de los estudiantes; en otra época habría sido imposible. Después de saludarnos, caminamos junto a los profesores, contagiadas por la alegría, los bailes y los cantos de los jóvenes, gritando consignas y levantando carteles que clamaban por una educación gratuita. Después de dos horas de caminata por la Educación, nos despedimos con un beso, porque a lo lejos se divisaba el humo de las bombas lacrimógenas  y esa era la señal para retirarnos a tiempo.

Ya eran cerca de las tres de la tarde y como había quedado sola en el centro,  me fui a ver “Newen Mapuche” documental de Elena Varela, en el “Centro Arte Alameda”.

Era una sala muy grande, hacía frío y sólo una estufa para ese enorme espacio, y una estufa muy peculiar por lo demás. ¡Que lindo lugar! ... A pesar del frío, se respiraba autenticidad, arte, verdad, cultura.

Y, el hecho de escoger ese día para ir a ver el reportaje fue un tanto anecdótico, antes de entrar al cine compré mi almuerzo en el local adyacente sin darme cuenta que estaba por empezar la función,  entonces el joven universitario que me atendió, dijo..."lléveselo a su butaca y al término de la película me trae la bandeja" y agregó “que conste que sólo en este cine se hacen estas atenciones”.

Nos reímos y me pareció genial… con su ayuda me dirigí a mi butaca, él iluminaba el pasillo con su linterna y de pronto me encontré merendando en el cine; no se veía mucho, así que agarré la carne, la metí en el pan y lo comí con muchas ganas… el arroz me lo comí cuando ya mis pupilas se habían adaptado a ver en la oscuridad.

Mirando la pantalla, recordé cuando íbamos al cine con mi padre… hace ya más de 50 años al “Cine Moderno”, así se llamaba y estaba en el paradero 18 de Gran Avenida, llevábamos emparedados, mi padre su petaquita de vino tinto en el bolsillo interno de su chaqueta… y, veíamos películas de Elvis Presley… Joselito…

Aquella fue una tarde nostálgica, emocionante, inusual. Al salir del cine ya estaba oscuro, llovía y el aire estaba limpio.

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